A cada vino su plato
¿Quién fue antes el huevo o la gallina? ¿El vino o la comida? Y es que ¿por qué tenemos siempre que elegir qué vino tomar en función del plato que vamos a preparar? ¿No has pensado hacerlo al revés? ¿Cocinar para el vino que te apetece tomar? Pues claro que sí! Donde haya un bien vino que se ponga un buen plato. Pero, ojo, a la hora de elegir maridaje piensa como quieres hacerlo:
3 tipos de maridajes:
1- Acompañamiento
Cuando quieres que un plato acompañe el vino que has elegido, debes elegir sensaciones y gustos parecidos. Es decir, ninguno de los dos debe tapar al otro, sino reforzarlo. Por ejemplo, si te apetece un vino blanco o rosado afrutado y con un grado de acidez, los platos frescos como la ensalada, o verduras crudas le va que ni pintado. Por lo contrario, si lo que te apetece es un blanco untuoso con barrica lo mejor es que te cocines un buen pescado al horno o directamente te vayas a comer a un asiático.
2- Complementarios
En este tipo de maridaje lo que se busca es el máximo equilibrio. Lo que popularmente se dice que plato y vino casen. Por ejemplo si nos apetece un vino ligero y fresco nada mejor que combinarlo con una buena paella, un arroz o una sabrosa pasta. Pero en cambio, si lo que nos apetece es un vino potente y con crianza vete buscando un buen filete de carne roja o un guiso de toma, pan y moja.
3- Contraste
Por último, aunque el maridaje de contrastes es el menos habitual es el más divertido. De lo que se trata aquí es de encontrar la combinación perfecta a través de sensaciones opuestas. Por ejemplo si te apetece un vino dulce, atrévete a combinarlo con un plato de lo más salados como unas anchoas o un manchego potente. O al revés, si te apetece un vino tinto con roble, pídete un tiramisú de lo más chocoleteado. Seguro que te encantará!